Se llamaba Pilar. Con 16 años dio el paso más importante de su existencia. Decidió entregar su respiración, sus latidos y su amor a la persona de Cristo en un Convento. Parecía que una poderosa fuerza tiraba de ella con correas de cariño y no la soltaba. Era el Esposo, con Mayúscula. Lo que Pilar no acababa de comprender era cómo contentar a un marido tan distinto.
Y un día, después de haber rezado en un convento, el de Belvís, supo que su vocación era la de madre dominica. Ser Madre de esta forma no iba a ser fácil, pero sin duda era lo que andaba buscando. Había escuchado a otras rezar ante la Virgen del Portal, para saber qué camino seguir en la vida. La Virgen, muchas veces hablaba claro, “hija, tu camino es el Convento”. Pero a veces las excusas aparecían: “tú cállate, Niño Jesús, que estoy hablando con tu Madre, santa María”. Pilar hablaba en serio, estaba decidida a lo que Dios le sugería. (más…)