
En sentido estricto, hay un dogma mariano básico (María es la Madre del Hijo de Dios, Madre de Dios) y dos aplicaciones o expansiones modernas (María es Inmaculada y a Ascendido al cielo). Algunos suelen añadir el dogma de la «concepción virginal». Pero una mayoría de cristianos protestantes y muchos católicos entienden ese dogma como símbolo intenso de la presencia de Dios en María (en el proceso en que ella ha concebido a Jesús). Por eso no hemos presentado ese tema como dogma, sino que lo hemos dejamos como símbolo creyente, que no ha sido fijado de manera dogmática, de forma que las diversas iglesias y grupos cristianos lo entienden formas distintas.
a. Theotokos, Madre de Dios. Ésta es la aportación central del Concilio de Éfeso (431 d. C.), que ratifica la figura y función de María, como Theotokos (madre de Dios), en contra de Arrio (que negaba la divinidad plena de Jesús) y de Nestorio, que distinguía de tal forma el lado humano y divino de Jesús, que decía que sólo era madre del Cristo, no de Dios. En la «persona» de Jesús, no se pueden separar la naturaleza humana y la divina. Por eso, siendo Hijo de Dios, Jesús es Hijo de María, de manera que ella puede llamarse y ser Madre de Dios, no por haber engendrado a la «divinidad», sino por haber concebido y criado a Jesús, que es Hijo de Dios:
«Porque (Jesús) no nació primeramente un hombre cualquiera, de la Santa Virgen, y luego descendió sobre Él el Verbo; sino que, unido desde el seno materno, se dice que se sometió al nacimiento carnal, como quien hace suyo el nacimiento de la propia carne… De esa manera ellos (los Padres del Concilio) no tuvieron inconveniente en llamar Madre de Dios (=Theotokos) a la Santa Virgen, no ciertamente porque la naturaleza del Verbo o su divinidad hubiera tenido origen de la Santa Virgen, sino que, porque nació de ella el santo cuerpo dotado de alma racional, a la cual el Verbo se unió sustancialmente, se dice que el Verbo nació según la carne» (Denzinger-Hünermann 250-251).
María es la madre del «Verbo encarnado», es decir, del Dios hecho hombre. Ella no es madre de un simple ser humano, ni es madre de Dios en cuanto tal, sino Madre del Dios encarnado, de tal forma que en ella y por ella se ha expresado de un modo fuerte el Espíritu de Dios. Ella no es madre por sí misma (en cuanto pura mujer o mujer casada con un marido de ese mundo), sino que es madre por gracia del Espíritu Santo, como trasmisora de una palabra y de una vida que viene de Dios (que le desborda). Por un lado, ella es una simple mujer creyente (escucha y acepta la palabra del ángel de Dios). Pero, al mismo tiempo, es una mujer en la que actúa y se expresa el Espíritu de Dios. María no es theotokos en un sentido mítico, como una de aquellas «mujeres sagradas» de las religiones antiguas, con las que se decía que el mismo Dios había cohabitado, de un modo sexual. Ella ha sido yes madre del Hijo de Dios siendo simplemente una mujer, una creyente: recibiendo la Palabra de Dios que actúa por su Espíritu divino (no por algún tipo de potencia sexual escondida).
b. Segundo dogma católico: Inmaculada Concepción. El Papa Pío IX, en nombre de la Iglesia católica, en 1854, definió que «la doctrina que sostiene que la Beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original… está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles (Denzinger-Hünermann 2803). Este dogma se sitúa en el trasfondo de las disputas sobre el origen pecaminoso del ser humano y, sobre todo, en un contexto donde la misma concepción aparecía vinculada a un tipo de suciedad biológica (básicamente sexual). Por eso, al afirmar que la concepción de María (realizada humanamente, de un modo sexual, por la unión de hombre y mujer) está libre de todo pecado o, mejor dicho, es un acto de purísima gracia, la iglesia ha realizado una opción antropológica de grandes consecuencias, superando una visión negativa del surgimiento humano. Este dogma tiene un carácter pro-sexual. La cohabitación de Joaquín y Ana (a quienes la tradición del Protoevangelio de Santiago hace padres de María) queda integrada en la providencia de Dios, es un gesto de gracia. La misma carne, espacio y momento de encuentro sexual del que surge un niño (María), aparece así como santa. Al decir que María es Inmaculada, se está afirmando que en su nacimiento no hay pecado, que la unión física y humana de Joaquín y de Ana, con el nacimiento de María, su hija pertenece a la providencia de la gracia de Dios.
c. Tercer dogma católico: Asunción en cuerpo y alma. El Papa Pío XII definió en 1950 que «la Inmaculada Madre de Dios, Siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial» (Denzinger-Hünermann 3903). Éste es un dogma de pascua, que vincula a María con la Resurrección y Ascensión de Jesús, diciendo que ella ha culminado su vida en la gloria de Dios. La tendencia helenista, dominante en la iglesia, ha venido afirmando que el alma de los justos sube al cielo tras la muerte, pero que el cuerpo tiene que esperar hasta la resurrección final. En contra eso, abriendo un camino de experiencia antropológica y culminación pascual, este dogma afirma que María ha sido recibida por Dios en su gloria, al lado de Jesús, en cuerpo y alma, es decir, como carne personal o, mejor dicho, como persona histórica. María aparece así como primera cristiana completa, pues, en Jesús y por Jesús, los católicos cristianos la veneran como primera de los resucitados (no en sentido cronológico, sino teológico). En este nivel no existe posible separación de cuerpo y alma: ambos unidos forman la carne de María, su historia personal abierta a la resurrección o eternidad de Dios por Cristo. Inmaculada y Asunción son dogmas que no han recibido, por ahora, el consenso de todas las iglesias, quizá porque unos (católicos) no han sabido presentarlos, quizá porque otros (muchos protestantes) no han tenido la sensibilidad necesaria para integrarlos en su visión de conjunto del misterio; pero pueden ser dogmas muy importantes para situar mejor el sentido y alcance de la vida humana, tal como está simbolizada y expresada en la Madre de Jesús
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