¿Pinchos o comida? Por ahí empezó todo. No había duda que a Don Juan se le debía algo. Se había tenido con él un detallito de una pequeña placa de despedida, pero parecía una cosa apurada, precipitada; como cuando se sale de casa con el maletín en la mano, con la otra apurando el café y con el hombro ajustando la chaqueta mientras se mira el reloj de reojo sobre la nevera. Una comisión se encargó de prepararle un pequeño homenaje siguiendo los cánones que existen para otras despedidas en el mundo “civil”.
El acogedor e histórico bajo del sr. Ricardo sirvió de “cuartel general”. La experiencia de D. Diego, de Fina y de Chus también fueron importantes de cara a coordinar el acto como en otros lugares. Se notaba que había un rodaje. La ceremonia eucarística, el regalo, el lugar para la comida y la manera de anotarse: todo fue analizado y planificado. De un modo sencillo pero para que resultase eficaz.
Al principio, cuando se ponía el sol, una sombra de duda planeaba sobre las cabezas de los organizadores: ¿podría D. Juan aparcar por un momento su costumbre de pasar desapercibido? ¿Accedería a acudir a algo así? Al final su familia se involucró y él se vio envuelto en los cariñosos lazos de la sangre, que arropan a uno en los momentos más duros, pero también en los más emotivos, como el que se nos venía encima.
Y se celebraron las Misas Solemnes de Oroso y Barciela. La participación de la gente resultó crucial. Hubo un sentimiento general de “bueno, por fin se le despide como Dios manda y no a correr”. D. Juan se sintió muy a gusto y su familia, como él. Incluso se permitió das un par de “pases de capote” al difícil toro de la emoción. Dirigió unas palabras de agradecimiento para todos, que llegó muy dentro a quienes han convivido con él once años y pico.
DON jUÁN , UN MODELO DE SACERDOTE , NUNCA OLVIDAREMOS SU PASO POR NUESTRA PARROQUIA Y REZAREMOS POR EL