El ser humano arrastra, desde su origen, una especia de “gen” que echa por tierra sus mejores expectativas. Adán y Eva no tienen la culpa de todo, pero fueron los primeros en asomarse al vértigo de la libertad.
Jueces, monjas, políticos, deportistas, sacerdotes, médicos, policías, electricistas, banqueros, limpiadoras…: el mundo bajo sospecha. El himno gallego dice que nuestra tierra está poblada por “os bos e xenerosos”; yo creo que aún quedan.
En la infancia, unos de mis vecinos, Lito, descubrió un bote en el que sus padres guardaban monedas de 25 pts. Había encontrado una fuente inagotable de chucherías, partidas de marcianitos y fichas para los coches de choque.
El bote parecía profundo, pero no tardó en agotarse. Entonces, llegó el arrepentimiento: “Traicioné a mis padres, a los negritos del Domund y a vosotros, que sois unos gorrones.” Consiguió agobiarnos a todos.
El día de su cumpleaños, lo celebramos en su casa. Sopló las velas y probamos la tarta. Luego, su madre cogió el monedero y le dio 1000 pts. “Non son para gastar todas… Aunque, últimamente, parece que os cartos medran na carteira”.
Bajamos las escaleras. Nadie dijo nada. No hizo falta. Comprendimos de sobra que Lito, nuestro amigo, se las había ingeniado para reparar su deuda de un modo discreto. El helado que compramos aquella tarde nos supo a gloria bendita.
Manuel Blanco
Fuente: Barca de Santiago, número 10
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