El reino de los cielos
se parece a un hombre
que vendió todas sus palabras
para comprar un silencio.
Cuando el silencio fue suyo
entró en él, despacio,
sin hacer ruido.
Lo sembró, lo regó, lo cuidó…
y al poco tiempo
brotó una «palabra jamás oída».
Él la escuchó
sin decir nada.
Y la palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Fuente: Odres Nuevos
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