Bienvenido, Espíritu. ¡Eres tú!
Pasa, no te quedes a la puerta.
Pasa hasta la sala de estar.
Toma asiento, vamos, con toda confianza.
No sabía si vendrías.
Lo esperaba; bueno, lo deseaba, pero dudaba:
pensaba si serías sólo para los importantes,
los sabios, los santos, los perfectos…
Veo que vienes a todas las casas, las grandes y las pequeñas.
Tenía esperanza, pero, a veces, me asaltaba la duda:
¿Vendrá también a mi casa, tan pobre, tan pequeña?
No sabes cuánto me alegro.
Has venido, ya estás aquí.
No eres un lujo ni un regalo caro.
Has venido, y estamos aquí juntos.
¡Casi no me lo puedo creer!
Me agrada que estés aquí,
los dos juntos, mano a mano.
Tengo tantas cosas que contarte…
Y quiero renovar mi casa de arriba abajo,
montar un salón grande y elegante para ti
con los mejores muebles que encuentre en la ciudad.
Precisamente ahora que has venido,
¿no habrá llegado el momento de hacerlo?
Me gustaría,
de verdad que me gustaría,
ahora mismo.
Fuente: Patxi Loidi, Mar adentro
Responder