Érase / una vez / un planeta triste y oscuro/ y la luz / al nacer / descubrió / un bonito mundo de color… Así nos cantaba Parchís el origen del globo terráqueo y muchos lo aprendimos junto a aquel reloj y a aquel señor mayor vestido con una gigante barba blanca.
El caso es que el planeta tembló en Murcia esta semana. Ya lo había hecho con fuerza para los japoneses, tan acostumbrados a terremotos, que sus ojos asustados conservan la forma de una galleta María, pero de canto. “No te enfades, hogar azul, te cuidaremos”. Pero la Madre Tierra no entiende de piropos ni pelotilleos, y nos ruega que comprendamos sus biorritmos.
Miña terra nai ou terra dos meus pais, le llamó Julio Iglesias a nuestro “recunchiño” galaico, del que estamos tan orgullosos, mientras no proteste. Hay temblores alegres: cuando saltan los culés, eufóricos con el título de liga bajo el brazo, haciendo cosquillas al planeta. Existen otras sacudidas, provocadas por enfado y rabia, cuando el globo terráqueo escucha absurdos discursos electorales que le provocan náuseas con diarrea.
Y nuestro querido planeta se parte. Le hace reír nuestra pavonería de querer figurar en la lista de los ricos. ¿Irlanda? No, of course not. ¿Portugal? não, obrigado. ¿Grecia? Que haga yogures o sirtakis… La hipocresía humana también le produce carcajadas: por ejemplo, como Djokovic no es español, le llamamos “rey de la arcilla” al vencer a nuestro paisano; así, Nadal aún puede conservar, en nuestros corazones, el título de “rey de la tierra”.
¿Cómo no va a temblar nuestra Hermana-Madre Tierra? Entre la rotación, la traslación y los “chinches” racionales de dos patas… Pero vds. no se lo tomen muy en serio: una de tantas historias.
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