¡Tantas veces como has llamado a mi puerta,
para invitarme a tu eucaristía, Señor!
Aquí me tienes, recordando tus llamadas
y la celebración misteriosa de tu última cena.
Desde niño/a me siento a tu mesa, invitado y querido.
y tú siempre me acoges con amor.
Pero yo me acostumbro y no caigo en la cuenta
de que algo muy grande está ocurriendo cada vez.
¡Sentarme a tu mesa y comer contigo!
En realidad tú mismo eres la comida, la mesa y los cantos.
Tú me alimentas, y yo me transformo en ti.
¡Quién pudiera verlo y palparlo y sentirlo!
Pero creo, Señor, aunque no lo vea,
y te quiero, te doy gracias hoy de todo corazón.
Sigue, Señor, transformando mis entrañas
para hacerme como eras tú y como sigues siendo hoy:
hermano/a verdadero de toda mujer, de todo hombre…
Envuélveme con tu calor eucarístico y expándeme,
Ensánchame desde tu mesa hasta la calle, hasta el mundo:
hasta esa fraternidad que acoge, que ama, que abraza,
que se compromete con la justicia y los pobres,
contigo, a tu lado siempre, cantando…
Mis eucaristías tienen que cambiar, Señor.
Tienen que ser mucho más calientes,
hacerse ternura y después movilización por los pobres.
Cuántas ganas tengo de celebrar tu pascua,
Contigo, a tu lado, cantando… y actuando.
Patxi Loidi, Mar adentro
Responder