Hola, ¿qué tal? Escribo desde mi rincón. Sin que nadie se entere. En privado, nunca en público. Disculpen las molestias. No quepo en la sociedad. Acepto la cuarentena porque estoy “enfermo”: tengo fe. No sabía que podía llegar a ser tan importante para que los laicistas se fijasen en mí. No quieren procesiones, ni crucifijos, ni Capillas en la universidad, ni visitas del Papa, ni…, ni…, ní… Para lo mío no hay vacuna. Creo en Dios del mismo modo que compro el pan o leo el periódico. No me hago ningún problema. ¡Sé que es grave! Pido ayuda desesperadamente.
Una anécdota de adolescencia que recuerdo con mucho cariño tiene que ver con la religión: practicando inglés, en Sussex, un verano, un grupo de chavales trabamos muy buena amistad. Aquello parecía el comienzo de un chiste: un turco, un alemán, un japonés y un gallego… El primero, Cenk, un musulmán,cachondo mental, que invitaba a todos a leer el Corán. Yamashita, el amable japonés, no creía absolutamente en nada: ni un Dios, ni vida eterna; sólo su cuerpo y su mente. El colega teutón, Michael, cristiano de la escuela de Lutero. Y “menda lerenda”, católico, crecido a la sombra de Santiago el Mayor. Hacíamos mucho el “pavo”, pues estábamos en la edad. Visitamos monumentos anglicanos “made in England”, mientras chirriaban los oídos de Shakespeare con nuestros chapurreos. Pero lo divino y lo humano no faltaban en nuestra conversación. Nos llevábamos genial. Predominaba la alegría. Acabé con mucha morriña.
Va a ser mejor que me calle. Empiezo a sentirme raro en este rincón. El efecto “laicismo” es peligroso: espabila al ser humano y le inyecta rebeldía adolescente. Esa que convierte en irresistiblemente joven, porque “salta” cuando te prohíben todo. Como ese Rambo acorralado, capaz de sobrevivir porque ya le han perseguido muchas veces. Porque le han “traumatizado” a base de amor y sabe responder con esperanza, perdón y obras de caridad. Porque tiene la fuerza de quienes participan en la Cruz de Cristo, aparentemente tontos e ingenuos, pero con final feliz, chispa y salero
Señor Jesús , ya esás en el Huerto de Getsemaní, el huerto de la Soledad . Te nos has entregado ya en la última cena con tus discípulos .Ahora queda beber la copa del Amor hasta el final …por eso vas a morir por nosotros . Queremos en esta noche velar contigo , queremos contemplar el misterio del Amor de Dios que en tí se realiza y que para nosotros se hace presente en la Eucaristía .Nosotros hemos conocido el Amor , hemos creido en él , y quermos seguir viviendo desde él . Este es el corazón de nuestra vida cristiana .Señor Jesús , hoy venimos a estar contigo y acompañarte en tu dolor en la cruz , quermos estar contigo , por eso te pedimos que Tú estes siempre con nosotros y nos acompañes siempre donde y cuando te necesitemos .