El sacerdote es «regalo» de Dios al mundo cuando a través de su existencia concreta, su estilo de vida, sus gestos y palabras, contribuye a desvelar el rostro trinitario de Dios; cuando su «mundo personal» rezuma misericordia, hospitalidad, entrega. La antropología dominante está profundamente marcada por la idea de subjetividad personal. Cada uno construye su propio «mundo», su personal visión de la existencia, a partir de las experiencias hechas, de las decisiones tomadas y de las acciones emprendidas. No existe un solo «mundo», esto es, una cosmovisión dominante, sino una pluralidad de mundos, de modos de ubicarse en la existencia, de maneras de vivir la propia vida. Al sacerdote se le abre un precioso campo de acción: el acompañamiento a los jóvenes en la creación del propio mundo, en la gestación de la propia identidad, que tiene que ver con el descubrimiento y asimilación de la vocación personal a la que cada uno ha sido llamado.
El sacerdote es, por último, «regalo» de Dios al mundo cuando reza por él, cuando hace memoria en su oración de la conflictividad inherente al mundo, de las víctimas de las guerras, del injusto reparto de los bienes, de los desastres naturales, etc. Las palabras de Jesús sostienen el impulso apostólico del presbítero, consciente de que este afán, como nos recuerda Benedicto XVI, nace del corazón de Cristo: «Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. No solo por ellos ruego, sino también para los que crean en mí por la palabra de ellos» (Jn 17, 18-20).
gracias Anxo por tus comentarios siempre muy sencillos pero que nos dicen muchas cosas si los leemos detenidamente y sin prisas , gracias