Al final del Octavario por la unidad de los cristianos, me parece apropiado poner esta clásica oración, atribuida a san Francisco de Asís:
Haz de mí un instrumento de tu paz.
Donde haya odio, ponga yo el amor.
Donde haya ofensa, ponga yo el perdón.
Donde haya duda, ponga yo la fe.
Oh Señor, que yo no busque tanto
ser consolado, sino consolar,
ser comprendido, sino comprender,
ser amado, sino amar.
Haz de mí un instrumento de tu paz.
Donde haya desesperación, ponga yo la esperanza.
Donde haya tinieblas, ponga yo la luz.
Donde haya tristeza, ponga yo la alegría.
Haz de mí un instrumento de tu paz.
Porque es perdonando como se es perdonado,
porque es dándose como se recibe,
porque es muriendo como se resucita a la vida eterna.
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