3-10-2010 Domingo XXVII del t.o. Lc 17, 5-10 “Los apóstoles le pidieron al Señor: auméntanos la fe.”
En una época tan relativista como la actual, en la que todo se pone en duda, resulta difícil fiarse de una ideología concreta, o confesar con convicción un determinado credo de valores humanos; tampoco es fácil creer en Dios, aunque nos está hablando y revelándose continuamente de muchas formas. Por eso, sabiendo que la fe es un don de Dios, pero también una búsqueda humana, nosotros, como los discípulos, tenemos que gritar: “¡Señor, auméntanos la fe!” Enséñanos a vivir con más coherencia. Necesitamos creer que el Evangelio tiene una gran fuerza liberadora y nos puede ayudar a construir un mundo mejor y una sociedad más justa y más humana. Necesitamos creer que la verdadera fe es un modo de vivir y no sólo un conjunto de verdades.
10-10-2010 Domingo XXVIII t.o. Lc 17, 11-19 “¿No han quedado limpios los 10?” “Los otros 9, ¿dónde están?”
Yendo Jesús camino de Jerusalén, se encuentra con diez leprosos que, desde lejos, a gritos, le piden: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”. Al verlos, les dijo: “Id a presentaros a los sacerdotes. Y mientras iban, quedaron limpios”. Sólo uno, que era samaritano, viene a dar gracias porque ha sido curado. Por eso pregunta Jesús por los otros nueve.
Nos relata Agustín Filgueiras, en uno de sus amenos libros, un cuento muy ilustrativo: Alguien soñó que estaba en el cielo y un ángel le hace de guía y le va enseñando las distintas secciones y oficinas. En la primera, se registraban las peticiones enviadas desde la tierra. En la segunda, se envían las gracias y bendiciones solicitadas a quienes las pidieron. En las dos oficinas hay una gran multitud de ángeles que trabajan a pleno rendimiento. Pero en la tercera oficina, en donde se registra la “confirmación de recibo”, hay “sólo un ángel sentado, con muy poco que hacer”.
¿Cuesta tanto decir y sentir esto?: “¡Gracias, Dios mío!”
17-10-2010 Domingo XIX t.o. Lc 18, 1-8 Orar siempre, sin desanimarse
Las lecturas de hoy nos invitan a orar siempre, sin desfallecer. En la primera lectura, del libro del Éxodo, aparece Moisés orando por su pueblo; y en el Evangelio, Jesús propone una parábola a sus discípulos para explicar esto. En un mundo en donde se valora tanto la eficacia, la productividad, la acción y los resultados inmediatos, la oración no encaja muy bien en esta escala de valores. Ponerse a rezar, parece que es perder el tiempo. Sin embargo, si la oración nos hace más humanos, si nos ayuda a vivir con fe y confianza en Dios Padre y reanima nuestra esperanza y caridad, vemos claramente que rezando, no estamos perdiendo el tiempo.
24-10-2010 Domingo XXX Lc 18, 9-14 “Oh Dios, ten compasión de mí”
En los dos domingos anteriores, hablamos de que debemos ser agradecidos, saber dar gracias a Dios, y también de que “debemos orar, siempre, sin desanimarse”. El Evangelio de hoy nos dice cuál ha de ser nuestra actitud en el momento de orar y de dar gracias a Dios.
Dos hombres suben al templo a orar. Uno es un fariseo, un “santo”, que todo lo hace bien. Da gracias a Dios porque él no es “como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano”, ése pecador. El otro es, precisamente, el publicano, “que se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho diciendo: ¡oh Dios, ten compasión de este pecador!”
La oración sincera y humilde del publicano fue la que agradó a Dios: éste bajó a su casa justificado y aquel, no.
Celebramos este domingo la Jornada Mundial por la Evangelización de los pueblos, el DOMUND, el día de las misiones. La Iglesia nos invita a una generosa ayuda económica para este fin y a la oración por esta intención.
31-10-2010 Domingo XXXI t.o. Lc 19, 1-10 “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”
Ese pecador era “Zaqueo, jefe de publicanos y rico, que trataba de distinguir quién era Jesús”.
Otra vez un publicano dando ejemplo de conversión ante la mirada cariñosa de Jesús, que se autoinvita a alojarse en su casa y “lo recibe muy contento”. “Todos, escandalizados, murmuraban: ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”. Pero como Jesús viene a salvar a los pecadores, está en casa de Zaqueo cumpliendo su misión. La cercanía y el amor de Jesús conmueven el corazón del pecador: “la mitad de mis bienes, se la doy a los pobres”. La pastoral del rechazo y la condena, sólo consiguen rechazo y alejamiento. La pastoral de acogida, acercamiento y cariño, es lo que nos hace a todos, mejores personas y mejores cristianos.
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