5-9-10 Domingo XXIII do t.o. Lc 14,25-33 “El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío”.
En el evangelio de hoy, Jesucristo nos expone con toda claridad, las duras condiciones que se requieren para ser, de verdad, discípulos suyos. Ser cristiano conlleva estar dispuesto y decidido a renunciar, si fuera necesario, a lo más querido de este mundo: a la familia, a las riquezas, y al propio egoísmo. El seguimiento de Jesús exige radicalidad. No podemos andar con medias tintas. “Quien no lleva su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío”. “El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío”. Él va siempre delante dando ejemplo y abriendo camino.
12-9-10 Domingo XXIV do t.o. Lc 15, 1-32 “Ese acoge a los pecadores y come con ellos”
En el capítulo 15 de san Lucas tenemos estas tres hermosas y aleccionadoras parábolas de Jesús: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido. En las tres parábolas, el mensaje y la enseñanza se repiten: la misericordia de Dios es infinita, con los perdidos, los pecadores, los marginados y los despreciados de la sociedad; pero no puede ser misericordioso con los fariseos y los letrados porque estos ya se consideran santos y critican a Jesús porque, “acoge a los pecadores y come con ellos”. Dios Padre no rechaza a nadie, nos comprende y acoge. Y se alegra perdonando, sea quien sea el extraviado. Quisiera resaltar al Dios que se alegra por nuestro bien y por habernos encontrado. “Habrá alegría en el cielo”.
19-9-10 Domingo XV do T.o. Lc 16, 1-13 “Ningún siervo puede servir a dos amos(…) Entrégame el balance de tu gestión”
La primera lectura de hoy, del profeta Amós, la entiende cualquiera con una simple lectura. El profeta condena con duras palabras y con toda claridad a los corruptos de su tiempo, que se aprovechan de los pobres con toda clase de trampas para enriquecerse. “El Señor no olvidará jamás vuestras acciones”.
En cambio, la parábola del evangelio resulta más difícil de entender. Aparece un administrador infiel y tramposo que derrochaba los bienes de su amo. Sigue haciendo trampas y robando, al saber que va a ser despedido y, sin embargo, “el amo felicitó al administrador injusto”. Pero, evidentemente, Jesús no elogia la estafa ni las trampas de este hombre corrupto, sino la astucia y la habilidad que emplea en sus negocios sucios, y nos dice a sus discípulos, que nos esforcemos y agudicemos el ingenio para hacer el bien con nuestras riquezas: “para que os reciban en las moradas eternas”.
26-9-10 Domingo XVI do t.o. Lc 16, 19-31 “Había un hombre rico… Y un mendigo…”
El evangelio del domingo pasado, terminaba con esta afirmación de Jesús: “no podéis servir a Dios y al dinero”. La Palabra de Dios, hoy, continúa con el mismo tema del domingo anterior. El profeta Amós, sigue fustigando con fuerza a los que: “os acostáis en lechos de marfil… y no os doléis de los desastres de José”.
El evangelio nos presenta, en forma de parábola, un ejemplo concreto de lo que decimos: un hombre rico, esclavo de su dinero, no tuvo la astucia de usar sus abundantes bienes para conseguir “las moradas eternas”, ayudando “al pobre Lázaro, que estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba”.
Tengamos cuidado con los pecados de omisión (el pecado del rico Epulón), porque hay muchos y “se ven poco”.
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