No me refiero aquí al tradicional relato de Scroodge, el avaro al que se le aparece el espíritu de las Navidades pasadas, presentes y futuras. Hablo de Shrek. Cuando mi hermana trajo a casa la tercera entrega de las aventuras de este ogro, volví a recordar un montón de personajes de cuento: el Gato con botas, Cenicienta, los tres Cerditos, Blancanieves… hasta el rey Arturo, al que no hacía yo con problemas de personalidad…
Pero Jesús no estaba allí. No iba junto a la galleta de jengibre, a protestar contra el usurpador del trono. Ni apareció junto al Rey Rana, padre de Fiona y suegro de Shrek, para pedirle el reino mientras moría en su lecho. No. La historia de Jesús de Nazaret no es un cuento. Sucedió. Los documentos civiles, la Biblia, los testimonios de todo tipo inundan las estanterías y la red informática.
Tengo un primo mayor que no cree. Pero estas Navidades, sentados a la mesa, me comentaba que le regalaron una Biblia en gallego. Es un forofo de este idioma. Al que se lo regaló, le dejó clara su postura, aunque razonaba conmigo que este Libro podía leerse, además, como una fuente histórica. Este plantamiento me gustó. Es como si mi primo hubiese alcanzado en el ránking familiar, la categoría de primo-de-Zumosol.
Dicen que la campaña de R.Hawkins ha llegado a los autobuses de Barcelona con su lema “probablemente Dios no existe…” y todo lo demás. Los cristianos, en cambio, portamos un don en la vista: en “Jesusito”, recién nacido, vemos al Hijo de Dios. Qué curioso, verdad. La vida está llena de contrastes. De todos modos, sólo una de las dos posturas puede ser la verdadera. La otra, un cuento. Vale la pena investigar.
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