La Biblia no «nació» ayer. Es un pequeño gran tesoro que se ha ido transmitiendo durante generaciones con sumo respeto y veneración. Es como el medallón de la abuela o un objeto antiguo que un tío lejano trajo de América. Pertenece a la familia, hay que cuidarlo con cariño y se pasa de unos a otros como algo valioso. Más que algo, se convierte en alguien: adquiere connotaciones personales, porque nos recuerda a una persona que llevamos dentro y consideramos parte de nuestra historia.
El siguente vídeo nos da algunas pistas de la transmisión de la Biblia en la historia, desde los tiempos más remotos.
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