
Este domingo, además de Pentecostés, es el día del apostolado seglar. Buen momento para re-pensar nuestra misión como cristianos insertos en este mundo tan acelerado, tan tecnológico, tan audiovisual,… y tan falto de valores en demasiadas ocasiones. Como sal, el cristiano da sabor a su vida y la de los demás. Como luz, el cristiano ilumina los caminos de su vida y la de los demás. No por presunción. No por vanagloria. Sólo muestra lo que es. Sólo transparenta lo que lleva en lo más íntimo de su corazón y en todos los poros de su piel: a Cristo mismo, con el cual se ha configurado. Por eso, y no por chulería, anuncia el Evangelio con la fuerza del Espíritu, que lo habita interiormente.
La Conferencia Episcopal ofrece unas interesantes reflexiones sobre este tema. Tomemos conciencia de lo que somos y seamos coherentes. Nada más… y nada menos.
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