
Acompañando a un chico de la catequesis de vuelta a su casa, volví a ver las mágicas palabras en la parte de arriba de un gigante pariente mecánico de Pegaso. El camión pertenecía al papá de este muchacho. Aparcado, sereno, imponente… como “paciendo” junto al remolque.
Si solo escribo “conocí a un camionero”, algún lector puede asociar a alguien bruto y vulgar. Pero yo vi a un caballero. Con la misma dignidad que los del Rey Arturo, aunque ahora montase caballos diferentes. Estaba trabajando en el garaje. A todo dar. Y pude aprender algunas lecciones.
Por ejemplo: que la vida es dura y sólo con gran esfuerzo puede uno salir adelante. Que los hijos debían estudiar poniendo en juego todas sus capacidades. Que el cliente pone la hora de comenzar las labores. Que Dios ocupa un lugar destacado en la vida, sobre todo cuando vives conduciendo.
Don Manuel,el buen párroco de este pequeno pero honrado pueblo,tiene toda la razón;sobre todo en una cosa:la vida es dura,en lo que queda de la carta también.