Pueden llamarla también Mercedes, Elena, etc. Suelen trabajar de asistentas en el hogar. Son de las que saben lo que cuesta salir adelante.
Cuando papá y mamá no pueden hacerse cargo de todo, porque trabajan fuera el día entero, entonces aparecen ellas. No suelen llegar a través de anuncios en el periódico o de campañas de marketing, sino por el “boca a oreja”. Alguien que pregunta a la gallega, “¿y no sabrán de una persona…?”. El tam-tam se pone en marcha y aparece ella, un poco tímida.
Al principio, quien las contrata las considera un poco inferiores. Debe ser por esa concepción “paleta” del “pajo eu” o su equivalente más fino: “para eso le pago”. Sólo cuando visitas su casa o ella pone orgullosa a uno de sus nietos en tu “colo”, entonces la intuyes superior.
Meli siembra confianza a su alrededor. Y no precisamente de la que produce “asco”. Marchas al trabajo la mar de tranquilo porque tu casa estará a salvo y tus hijos pequeños serán educados de la manera correcta. Eso no hay quien lo pague. No necesitas decir las cosas cerrando la puerta para que no escuche. Será discreta para guardar secretos. Sabe hacerse muy bien la despistada y en su CD-rom procura no grabar lo que no es suyo.
Se enfunda su mandil cuando llega a casa y con sus armas higiénicas va “ametrallando” todo tipo de gérmenes y desórdenes que encuentra a su paso. Una vez tuve que enseñarle a varias personas un ventanal limpiado por ella. Era como mostrarles mi Picaso o mi Velázquez a las visitas. Daba gusto; impresionaba aquel trabajo. Era una auténtica obra de arte.
Tenía 2 ó 3 platos estrella: la tortilla de patata, el pollo al ajillo, el caldo gallego…¡Estaban riquísimos! Eran como pociones mágicas. Es normal en una buena “Meli” abastecer la casa donde trabaja con productos de la huerta de su casa en la aldea. Doy fe de que eran “Galicia calidade”.
A veces Meli reflejaba en su cara una felicidad insultante. Luego descubrí que su sencillez era la envidia de mucha gente que se denomina culta y de ciudad. Se preguntaban de dónde salía tanto equilibrio y tanto optimismo, a pesar de sus dificultades. Meli no pregonaba sus cruces mendigando compasión. Luchaba y las cargaba a pulso. Discretamente.
Supermán, al lado de Meli, resulta bastante mediocre. No creo que pueda igualarla nunca. Al menos ayudaré a que se le reconozca lo que vale.
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