¿Será por eso que mataron a Jesús? ¿Querrían ocupar una sepultura con alguien dado a las “enchentas”? Pero esta cena fue grande por el amor de unos pies y una toalla, no por el menú. Y además les falló el plan de la sepultura, pues el lugar se vació a los tres días.
Martín se prepara para la Primera Comunión. Es un tipo inquieto que hace muchas preguntas interesantes sobre la Religión y sobre Dios mismo. La verdad es que “controla” bastante. Tal vez por eso se dio cuenta de que las cosas de la fe son para vivir, más que para saber. Este año quiso ayudar en la ceremonia del jueves Santo con su rubia cabellera y la claridad de sus pecas. Hubo que improvisar un traje litúrgico para él con restos de otros retales que había por la parroquia. Le quedó un poco corto, pero como dijo uno, “bueno, podría ir de pesca, pero como le toca el lavatorio de los pies, resultará apropiado”. Así sucedió. El gesto del amor de Cristo, durante la Última Cena, se ha quedado grabado de un modo magnífico en la Iglesia. El Maestro, sirviendo. Rotundo. Nosotros, sirviendo. Nos humilla un tanto esa forma de reinar, ¿verdad? Pero es la nuestra. La que nos hace realmente grandes. Con una jarra de loza, que daba miedo usar porque la maldición de su rotura persigue al que la agarra, se procedió. Luego la eucaristía. El regalo enorme de quedarse Jesús con sus apóstoles y discípulos. Como todas las cosas buenas, un sacramento que no hace ruido alguno. Pero revoluciona el alma. Y con él, unas personas encargadas las 24 horas: los sacerdotes. Puede que tengan la épica del consejo Jedi o de los “men in black”, pero lo cierto es que han nacido por y para la Eucaristía. Es su razón de ser. Podríamos sustituirles en otras funciones o encargos. No en este. Que nos acerquen la grandeza de lo que les ha sido confiado.
Deja una respuesta