Estar en Sigüeiro aún no me hace sentir nada. Aún no he notado que se me erice la piel o me conmueva al pronunciar su nombre, con una emoción que haga brotar las lágrimas… ¡Hace frío! Pero no es una queja. Debe ser que todavía me estoy aclimatando. Cuando lleve los 100 días de rigor, haremos una valoración más redonda.
Les explico un poco más el laberinto de mis sentimientos: me debato entre dos papeles: por un lado soy “el estudiante”, porque amplío estudios de Teología en Santiago. Espero que esta formación repercuta en transmitir bien el mensaje, pero es como ser un personaje de “Curro Jiménez”.Por otra parte, me siento raro en el papel de “El padresito”, porque ni soy Cantinflas ni Paco Martínez Soria en “Se armó el Belén”. Y eso que no falta mucho tiempo para Navidad… Lo que ocurre es que cuando uno se hace sacerdote, le ponen un paracaídas a la espalda y recibe la misión de lanzarse en territorio desconocido.
Ya voy recogiendo mi paracaídas poco a poco. Instalarme en Sigüeiro me provoca retenciones en el pasillo de casa, todavía, por el cúmulo de cajas de libros y otros enseres. Desde mi ventana veo las prisas de un pueblo que madruga para trabajar duro. Y noto en algunas personas la sed de Dios.
Esto me da pie a las anécdotas siguientes: una llamada a una familia cerca de las 23 horas. Ya estaban durmiendo desde hacía un rato. Hemos anunciado la catequesis para el fin de semana del 17 y 18 de este mes. Las listas ya figuran en estas páginas. Hemos lanzado al río una botella con un S.O.S. que dice: “se buscan catequistas”.
Una señora de la República Checa viene todos los días por la Iglesia. Se queda a rezar el rosario. No habla nada de castellano, pero saca de su bolsillo su arma de rezar para “disparar” avemarías. En la madera de la cruz pone “Medjugori”, o como se escriba ese santuario de la Virgen. Entiende casi todo si hago gestos y en vez de “sí” emite un silbido dulce y encantador que suena, más o menos “iu-iu-iu-iu”. Sonríe feliz.
Otro día se presentó, de un modo muy cordial una persona de confesión evangélica, no católica. Ahí pude apreciar al Sigüeiro cosmopolita. Otra novedad para mí son los documentos. Ya me han pedido alguno. Incluso me telefonearon desde el País Vasco por una gestión. Tengo algunos colaboradores que me ayudan en eso.
El tema de los funerales y aniversarios, también es nuevo para mí. Esta zona comparte las costumbres de Galicia interior. Hemos comenzado la novena de ánimas. Y como el nuestro es un Dios de vivos, le estamos dando un “toque” para que nos sirva de conversión personal.
Hay personas que me lanzan la “picada”: “un día viene y se sienta, que tengo muchas ganas de que nos exponga su proyecto para estas parroquias”. Y ante mi “mosqueo” (debe ser que me suena a “programa” político y me salen ronchas), giro un poco la cabeza y veo un montón de chavales jóvenes con mochilas, con el móvil, con un balón, de la mano (la de mamá o la de una novia), en un carrito de bebé… ¿habrán oído hablar de Jesucristo? Toda una misión para un 007. Que Dios nos axude a todos.
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